Soy del sur, tengo alma sureña. Eso no supone por sí mismo un motivo de mayor o menor orgullo. Nací aquí, tengo la suerte de que me guste mi tierra y si hubiese nacido en otra parte del mundo, me sentiría igualmente afortunada. O no, ¿Quién sabe?
El hecho es que vivo en una tierra en la que, a lo largo de la historia, han ido dejando impronta los distintos pueblos que en ella han convivido y conviven.
Andalucía es fusión. No hay más que salir a la calle, oír hablar a sus gentes y ver sus rostros para darse cuenta de que hay en nosotros legado genético y cultural resultado de siete siglos de cultura árabe.
Tanto nos gusta (en general) una procesión como una noche de la luna mora. Hay en nuestros cantes, en nuestra comida más afinidad con el norte de África que con el norte de España.
También somos hijos de ingleses, alemanes y otras gentes que en el siglo XIX escogieron Málaga como ciudad donde ubicar sus comercios e industrias.
Hoy en día somos el destino de ingleses y alemanes, nuevamente, que eligen la zona como lugar de residencia permanente, buscando las bondades del clima.
De todos ellos vamos seleccionando costumbres que terminamos por hacer nuestras.
En la zona en la que vivo, encuentro scones con la misma facilidad que tortas de aceite o dulces árabes.
Se celebra San Patricio (no me preguntéis de dónde salieron tantos sombreros gigantes de terciopelo verde) , se celebra el festival de las tres culturas (cristiana, judía y musulmana), se celebra (a lo grande) una oktoberfest, el día de todos los Santos...y (tiendo al excursus, lo sé, hasta ahora no había mencionado el tema del artículo) Halloween.
Y me parece bien, como todo lo anterior. Es todo producto de la fusión, de la convivencia, de la tolerancia y del respeto con los que hemos crecido.
Peeeero, hay puntos en contra de Halloween.
A saber:
1.- Hay una tendencia a vivir acelerados, al menos en redes se ve mucho, que hace que no se haya terminado de poner la última foto del verano cuando ya se empiezan a ver fotos de disfraces, calabazas inquietantes y murciélagos. Lo que en principio es una fiesta de un día, la alargáis a un mes de turra.
2.- A mis hijos les gusta la fiesta, pero sobre todo el rollito disfraz y el ir por las casas. Luego llegan con más de un kilo de caramelos cada uno. ¿A dónde vamos con tanto caramelo, por favó? Es indecente casi.
En este punto, recuerdo el primer año en que los niños sorprendieron a mi padre llamando a su casa con el consabido 'truco o trato'. Le tuvieron que explicar que pedían dulces.
- ¿Y tú qué hiciste, papá?- Les dije que no tenía caramelos, pero que se esperasen un momento, que algo les daría.
- ¿ Y qué les diste?
- Una manzana a cada uno
- ¿Y cómo reaccionaron?
- Se fueron encantados, les oía gritar por la calle: " ¡qué guay, una manzana!
Qué grande mi padre. Siempre.
3.-Halloween, a diferencia de otras celebraciones, hay que 'vivirlo' sí o sí. Si no quieres ir a la feria, no vas. Que no te gustan las procesiones, evita las zonas por donde pasan...si es posible.
Pero Halloween... Eso es impepinable! No hay donde esconderse! Vienen a llamarte a la puerta de casa. Una y otra vez, y otra, y otra.
4.- Este punto parecerá una tontería, pero no lo es tanto: pilla a fin de mes. Hay que comprar disfraces a los niños, porque crecen y cambian las modas cada año. Del otro lado: comprar y comprar chuches a cascoporro y la decoración de la casa. Ay, omá.
Los resultados de la encuesta que realicé ayer en stories se decantan del lado de la opción 'Arremeto contra Halloween'.
De esos resultados nace este artículo.
Gracias a todos por participar.
Vamos, a votar, engaaaa!
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Beso,
Sofía
